Esta frase de
Ayrton Senna puede parecer muy dura, sin embargo, en un entorno tan competitivo
como puede ser el de la competición deportiva, es la presión a la que se ven
enfrentados muchos atletas y deportistas a diario. Era el caso de Daniel, de
unos 30 años, corredor de maratón. Y encima, a Daniel le pasaba que, sin
importar cuanto entrenaba antes de cada carrera, siempre llegaba segundo, lo
que resultaba muy desalentador.
Es lo que le
explicó a J. cuando acudió a su primera cita de Neuro-Training. Durante la
sesión, la lectura que obtuvo J. le llevó a preguntarle a Daniel sobre su
nombre, y si sabía el proceso que había llevado sus padres a escogerlo. Daniel
explicó que sus padres pensaban llamarle Fransisco durante los 6 primeros meses
de embarazo, hasta que vieron una película que gustó mucho a ambos y decidieron
cambiar el nombre de su futuro hijo por el del protagonista de la peli, Daniel, despreciando el primer nombre que habían escogido.
Eso infundió en
el feto un programa emocional subconsciente que se iba a desarrollar a lo largo
de su vida, de que lo primero no valía para él, al igual que el nombre que
escogieron sus padres primero. Por esta razón, por algunas conexiones
neurológicas que no le pertenecían a él, sino a sus padres, le generaba
demasiado estrés llegar primero en las competiciones.
A raíz de
desenchufar y corregir este programa originado in-útero, J. recibió unas
semanas después una foto de Daniel en la que por primera vez, se le veía en el
escalón más alto del podio.
Los nombres usados han sido cambiados, aunque las anécdotas relatadas son reales, la mayoría vivencias de J., el mayor Neuro-Trainer que conozco